Hace apenas unas semanas tuve ocasión de visitar por primera vez un campo de concentración Nazi, el de Dachau en concreto. Se trata de un lugar destinado actualmente al recuerdo de las víctimas de la barbarie nazi, un memorial de los distintos grupos perseguidos por Hitler, abundantísimo en documentación gráfica en información escrita en múltiples paneles, que puede incluso llegar a saturar por la enorme cantidad de información recogida. Pero quizá lo que más me llamó la atención fue que, a la entrada al recinto, se establecen las cosas que están prohibidas dentro del campo: las que son de esperar (comer, gritar…), la realización de conciertos sin previa autorización… y portar símbolos de extrema derecha. Vamos, que a ver quién se atreve a entrar al campo con una esvástica, para entendernos. Y entonces es cuando piensas: estos alemanes, igualito que en España, donde el único “monumento” del régimen franquista, el valle de los caídos, continúa siendo un lugar de reunión y de homenaje de esa extrema derecha que mantuvo una dictadura fascista durante casi 40 años en el país. Dictadura que comenzó con el fallido Golpe de estado del 17 y 18 de julio de 1936 y que condujo a la larga Guerra Civil Española.
Recientemente he oído a gente decir que la guerra era inevitable, que la situación previa, la de la II república, era insostenible. El adoctrinamiento cultural de la derecha más rancia sigue en plena forma, desde luego. Vamos a repasar los antecedentes de este golpe de estado y posterior Guerra Civil Española para desmentir estas barbaridades que todavía se oyen.
España venía de una dictadura militar, la de Miguel Primo de Rivera, desde 1923 hasta 1930, año en el que, reconociendo su fracaso, dimite (volveremos brevemente más adelante a esta dictadura). El Rey, Alfonso XIII, solicita entonces la formación de gobierno a otro militar, Dámaso Berenguer, en la conocida como “Dictablanda”, con la intención de devolver la normalidad constitucional (pseudo-democrática, con el bipartidismo alternante). Pero ya es demasiado tarde, el régimen de la restauración ha perdido demasiados apoyos, y Berenguer también se va, siendo sustituido en febrero de 1931 por el almirante Juan bautista Aznar, que convoca elecciones municipales para el 12 de abril de ese mismo año. Estas elecciones las ganan, por los pelos, los monárquicos, pero sufren una tremenda derrota: la coalición republicano-socialista (proveniente del Pacto de San Sebastián de 1930) gana en 41 de las 50 capitales de provincia (y en otras dos, Vitoria y Pamplona, vencen los Carlistas, monárquicos pero opuestos a Alfonso): el caciquismo imperante en el régimen de la restauración funciona todavía en las zonas rurales, es cierto, pero en las ciudades ya no tiene la fuerza necesaria para hacer sobrevivir al régimen, De inmediato se forman manifestaciones en las ciudades a favor de la república, que el ejército y la Guardia Civil tienen dudas de reprimir por la fuerza, provocando que Alfonso XIII, al verse sin apenas apoyos, decida abdicar y exiliarse. Los Republicanos encuentran vía libre para instaurar su régimen político, aprobando la constitución republicana de 1931.
Tenemos que ver brevemente la situación en la que se encontraba el país en esos dos años. Por un lado, los militares, tradicionalmente conservadores (aunque no todos), estaban molestos con Alfonso XIII por haber permitido éste la dimisión de Primo de Ribera, y por eso no hicieron demasiado ruido en los comienzos de la república. La que sí lo hizo fue la iglesia católica, blanco de los ataques republicanos y socialistas que no veían con buenos ojos los privilegios económicos de los que gozaba en un contexto sumamente difícil: ya se notaban los efectos del crak de 29 americano, que afectarían a casi todas las economías mundiales en el contexto previo a la II Guerra Mundial. Pero la iglesia contaba con un enorme apoyo entre buena parte de la población. Y es que, para colmo, la población española era mayoritariamente rural, dedicada a la agricultura y la ganadería, siendo la industria todavía incipiente y localizada: a diferencia de los grandes países europeos (Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Alemania… pero también Austria, por ejemplo), en España no se había dado todavía la revolución industrial. Y la situación en el campo era también distinta según las zonas: en el norte predominan los pequeños propietarios que a menudo practican una economía de subsistencia. En el sur, por el contrario, predominan los grandes terratenientes con sus enormes latifuncios trabajados por jornaleros mal remunerados y con poco que perder, entre los que las ideas revolucionarias socialistas y anarquistas calan fácilmente: hay que realizar una reforma agraria que permita que esos latifundios desaparezcan en favor de los jornaleros. Pero esas ideas comunistas aterran a los pequeños propietarios del norte, que pobres sí, pero propietarios también. Por otra parte, los gobiernos europeos ven con recelo el avance de la izquierda en España, temiendo una revolución comunista, por lo que en general no apoyan a la II república.
El primer gobierno republicano es de izquierdas, una coalición de republicanos y socialistas del que se descuelga el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, un personaje muy particular: republicano, anticlerical, el único que acoge a Clara Campoamor y su propuesta de sufragio femenino… pero al mismo tiempo un derechista que terminará apoyando la dictadura; es lo que se suele calificar como un “amarillista político” (hoy tendríamos que cambiar el amarillo por el naranja, pero la situación es muy similar). Se comienzan a llevar a cabo las medidas reformistas que cabrían esperar (laicidad, reforma educativa, reforma del ejército y, sobre todo, la ansiada reforma agraria), pero siempre va a haber problemas para implantarlas. Por un lado, la CNT anarquista no apoya al gobierno. Por otro, la derecha católica que se agrupará en la CEDA, las recientemente fundadas Falanje y JONS y el intento de golpe de estado del general Sanjurjo en 1932. En todo caso, la caída del gobierno la provocan fundamentalmente los anarquistas, minando la credibilidad de un gobierno acosado por la CEDA de Gil Robles y por Lerroux.
SE convocan elecciones en 1934, que gana la CEDA. Pero el presidente de la república, el republicano conservador Niceto Alaclá-Zamora, no puede permitir que un partido que no ha jurado acatar la constitución y someterse al régimen republicano tenga el poder, así que ordena formar gobierno al partido republicano más próximo ideológicamente a la CEDA, el Partido Radical de Lerroux, que se dedicará a echar por tierra todas las reformas llevadas a cabo por el anterior gobierno republicano-socialista liderado por Manuel Azaña. Pero la CEDA sabe jugar bien sus cartas y retira su apoyo al gobierno si no se les permite entrar a formar parte de él, cosa que consiguen. La jugada maestra de la CEDA viene en el momento en el que, tras el escándalo de estraperlo, que le estalló en las manos a Lerroux, le retira su apoyo parlamentario y solicita a Alcalá-Zamora ser el partido del gobierno. Pero el Presidente de la república no acepta de nuevo, y nombra a un independiente de su confianza, Manuel Portela Valladares. Ante la imposibilidad de mantener este gobierno, se convocan elecciones para febrero de 1936.
Gil-Robles esperaba con esta jugada conseguir el poder en esas nuevas elecciones. Es algo que tenemos ya muy visto: la ruptura del PSA de Susana Díaz con IU para mejorar sus resultados en unas nuevas elecciones, o las repeticiones de elecciones en Turquía en 2015 que le dan la mayoría que Erdogan había perdido en las anteriores meses antes, o las de España de 2016 que mejoran ostensiblemente los resultados del PP y hunden a los partidos de la oposición… Lo que no se esperaban ni Gil-Robles ni todos sus simpatizantes (los conservadores en general) es que la izquierda consiga ampliarse en el llamado Frente Popular, que, por insistencia del Socialista radical Francisco Largo Caballero, consigue incorporar al Partido Comunista y a otros partidos menores, el Trsokista POUM y el Partido Sindicalista de Ángel Pestaña. Y así el Frente Popular frustra las expectativas conservadoras de alcanzar el poder y ven como de nuevo hay un gobierno de izquierdas, más radical si cabe, que vuelve a poner en marcha las reformas que habían comenzado en 1931 y que tanto dolían a los conservadores: la reforma del ejército que aleja del centro de mando a los generales más peligrosos (Mola, Franco, Fanjul…), la reforma educativa que tan poco gusta a la iglesia y la reforma agraria que no pueden ni ver los ricos terratenientes del sur.
Ante esta situación, esa Falange que se queda sin escaño en las elecciones de 1936 cobre más impulso como fuerza paramilitar a la que acuden cada vez más jóvenes de derechas temerosos de lo que pueda hacer el gobierno. El gran problema es que al final hay cada vez más grupos paramilitares, tanto de derechas (Falange, requetés carlistas), como en la izquierda (milicias socialistas, comunistas y anarquistas) y en los nacionalistas, con las milicias de ERC y el PNV. Los enfrentamientos entre febrero y julio de 1936 se saldan con más de 200 muertos, siendo en todo caso en su mayoría de izquierdas las víctimas.
El golpe de gracia a la república vino con el asesinato del teniente José del Castillo, instructor de las milicias socialistas, probablemente por parte de la falange. En represalia, compañeros de Castillo secuestran y asesinan a uno de los líderes más destacables de la oposición al gobierno del Frente Popular junto con Gil-Robles , José Calvo Sotelo. Éste defendía constantemente en las Cortes que la república había perdido el control, y su asesinato parecía confirmar este dato. Y, de paso, servir como excusa a los miliares para dar un golpe de estado que restituyera el orden.
Pero ¿es realmente el golpe una consecuencia del asesinato de Calvo Sotelo? ¿O fue sólo una excusa?
Durante su cargo como ministro de guerra en 1935, Gil-Robles se rodea de militares derechistas en los puestos claves del ejército: Mola, Fanjul, Goded, Franco… Por otra parte tenemos a la UME, Unión Militar Española, asociación militar ultraderechista clandestina fundad en 1933 por Emilio Rodríguez Tarduchy como oposición a la reforma militar de Azaña, y que en esas fechas se encuentra dividida entre partidarios de dar un golpe de estado y otros partidarios de conseguir el poder democráticamente ganando la CEDA las próximas elecciones.
Pero la CEDA no gana, algo que por otro lado tampoco se sale de los planes de los militares. Muchos ya tenían previsto dar un golpe de estado el 19 de febrero si el Frente Popular ganaba las elecciones.
Gil-Robles intenta a la desesperada mantener el poder; dado que ha perdido la posibilidad de llegar a él por la vía política, solicita al jefe de gobierno en funciones, Portela Valladares, que declare el estado de guerra (con lo que el poder pasaba a manos militares) y anulase los comicios; de hecho, el propio Franco como Jefe del Estado Mayor del Ejército se adelanta a dar las órdenes a los militares para declarar el estado de Guerra, algo a lo que el director de la Guardia Civil, Sebastián Pozas, fiel republicano, se niega, haciendo así fracasar este primer golpe. Mientras, Portela Valladares no cede ante Gil-Robles; al contrario, acelera el traspaso de poderes a Manuel Azaña incluso antes de que se celebre la segunda vuela de las elecciones. Azaña envía a esos militares próximos a Gil-Robles a la reserva o a destinos más alejados (Franco se siente humillado por lo que considera la degradación de ser enviado a Canarias). Pero esto no evita que estos militares sigan preparando un golpe militar.
Ante este fracaso, el 8 de marzo tiene lugar una reunión en Madrid entre varios militares (Mola, Yoldi, Fanjul, Franco… junto con Valentín Galarza como representante de la UME) que acuerdan dar un golpe para el 20 de abril. No se acuerda el carácter político que va a tener el golpe (hay diversas ideologías entre los militares), pero lo que sí se decide es que el jefe de la junta militar será el general José Sanjurjo, en esos momentos exiliado en Portugal por su intento de Golpe de Estado en 1932.
Pero ¿por qué no se da el golpe ese previsto 20 de abril? Porque los militares saben que el gobierno está al corriente, como muestra las detenciones de dos de los militares asistentes a esa reunión, Luis Orgaz y José Enrique Valera. Incluso otro de los militares involucrados, Ángel Rodríguez del Barrio, detiene el 19 de abril un alzamiento militar en Madrid, en parte por el cáncer que padece (morirá a consecuencia de él meses después, ya comenzada la Guerra Civil Española… en Madrid, donde el gobierno republicano no adoptó medidas contra él) y en parte por el temor a que la policía esté al corriente.
Mientras tanto, se van sumando más militares al alzamiento. El General Gonzalo Queipo de Llano, que estaba preparando un golpe de estado independiente, acuerda unir sus fuerzas con las de Mola, líder en ese momento de la sublevación. Queipo de Llano logra que a ellos se una Miguel Cabanellas, quien desde Zaragoza podrá frenar los intentos catalanes de invadir Aragón que tanto temen los alzados. Con las tácticas clandestinas copiadas de la UME era más fácil organizar el golpe. Entonces, ¿por qué tardan tanto en darlo?
Fundamentalmente, porque Mola es consciente de que no va a contar con el apoyo militar de toda la península: todo parece indicar que Madrid, Cataluña, Valencia o Andalucía no secundarán el golpe, lo que aleja la posibilidad de copiar el golpe de Primo de Ribera de 1923, cuando el ejército en pleno lo apoyó. Ahora el ejército está dividido, hasta tal punto de que, frente a la UME de extrema derecha, hay también una organización militar clandestina, la Unión Militar Republicana Antifascista. Primo de Ribera contó con el apoyo del jefe de estado en aquel momento, el rey Alfonso XIII; el jefe de estado en ese momento, Manuel Azaña (que acababa de destituir en ese puesto a Alcalá-Zamora) no les iba a apoyar en ese momento. Las clases obreras y campesinas se mantuvieron al margen en 1923; de hecho, incluso los socialistas veían como una solución temporal al caos de los primeros años 20 el golpe de Primo de Rivera (siempre como una solución temporal; de hecho, lo que acabó con la dictadura fue su intento de permanencia, que le restó numerosos apoyos). Esta vez había un gran riesgo de que el golpe fracasara en la totalidad del territorio, lo que conduciría en ese caso a una Guerra Civil obviamente complicada.
Por este motivo, Mola busca nuevos apoyos, como el de los Carlistas (las discrepancias políticas entre Mola y los Carlistas las saldará Sanjurjo aceptando las peticiones de éstos), el partido de Calvo Sotelo (antes del asesinato de éste) y, en principio de forma menor, la Falange.
Y mientras tanto, el gobierno no hacía nada. Ilusamente se creían que, tras la derrota del golpe de Sanjurjo, era imposible que los militares tuvieran el poder suficiente para triunfar en un posible golpe.
Los avances golpistas prosigen con la financiación de los carlistas navarros, del empresario Juan March, del Portugal de Salazar y de el director de ABD Juan Ignacio Luca de Tena, el inventor del autogiro Juan de la Cierva y del abogado y periodista Luis Antonio Bolín, encargados de alquilar en Londres el avión conocido como Dragon Rapide que tendrá una importancia fundamental en el golpe.
Finalmente, el asesinato de Calvo Sotelo hace que Carlistas, la CEDA y militares todavía en dudas se decidan a apoyar el golpe, cuya fecha será el 18 y 19 de julio.
Volvemos a la pregunta con la que empezamos: ¿era necesario el golpe para recuperar el control del estado? Rotundamente NO. El golpe estaba ya en preparación cuando la derecha aún estaba en el poder como una forma de asegurarse su permanencia en él; como una forma de conseguir mantener el mismo sistema que siglos antes, evitando las reformas que el país necesitaba: los latifundistas, muchos de ellos todavía miembros de la nobleza o de las élites caciquiles, evitaban la reforma agraria; la iglesia católica mantenía su supremacía tanto en la vida pública, al evitarse el laicismo y la libertad de culto, y el dominio sobre una educación oligárquica de muy escaso nivel (si es que la había) para las clases populares, además con un marcado sesgo ideológico, al evitarse la reforma de la educación; y el ejército mantenía intacto su enorme poder, incluso político, al evitarse la reforma del ejército. La victoria de la izquierda no habría supuesto un caos de no haber sido por los grupos paramilitares que comenzaron a actuar a sus anchas para sembrar el caos. Y si bien los hubo también de izquierdas, en su mayoría eran de derechas, como demuestra el número de muertos por estos ataques en ambos bandos (148 víctimas de izquierdas frente a 50 de la derecha). El error de las milicias de izquierdas fue atacar a una figura tan mediática y prominente como Calvo Sotelo, pero en todo caso su asesinato sólo apresuró el golpe, no lo causó, como ya hemos analizado. Quizás ahí las fuerzas de derechas fueron más astutas al no asesinar a alguna figura más destacable, a un Manuel Azaña o a un Francisco Largo Caballero, por poner dos casos, que habrían sido más llamativas tanto a nivel nacional como internacional.
Vamos ahora a analizar brevemente algunos aspectos de la Guerra Civil Española que nos conviene recordar.
El golpe de estado comienza en Melilla un día antes de lo previsto, el 17 de julio. Esa mañana los golpistas, encabezados por el coronel falangista Juan Seguí, se habían reunido para concretar los detalles del golpe, pero uno de ellos se fue de la lengua y la información llegó al General Manuel Romerales, quien era el comandante jefe dela circunscripción oriental del protectorado español en Marruecos, cuya sede era precisamente Melilla. Éste envía al teniente Zaro a detener a los golpistas, pero la mayor parte del ejército se decanta por la sublevación. Se detiene al general Romerales (que será fusilado en agosto) y a los líderes republicanos de la ciudad y se decreta la ley marcial. Este modelo será seguido en otras áreas del país.
De inmediato se informa a los líderes del norte de África, así como a Franco, del adelanto del golpe, que prosigue en el Norte de África. En Tetuán, capital del protectorado español, el Alto Comisario Álvares Buylla se pone en contacto con el jefe de gobierno, casares Quiroga, quien le ordena resistir y que se le enviarán fuerzas de apoyo, pero no puede resistir por la falta de hombres que le apoyen; morirá fusilado en 1937. Ceuta y Larache caen poco después ese mismo día 17.
El 18 Francisco Franco da el golpe militar en Canarias, donde, tras detener a los dos gobernadores civiles, el de las Palmas y el de Santa Cruz, encuentra oposición de las clases obreras, especialmente en Santa Cruz, donde el ejército tiene que salir a reprimirlas. Una vez controlada la situación y de saber que todo el protectorado marroquí está en manos sublevadas, parte hacia Marruecos.
El gobierno actúa enviando a la marina para bloquear el paso de los sublevados a la península, cosa que funciona porque los militares no se suman a los altos mandos que sí estaban a favor del golpe. Las tropas africanas no podrán por tanto participar en el golpe en la península.
La sublevación en la península sigue su curso entre los días 18 y 21 de julio. La situación queda de la siguiente manera:
Como era de esperar, el golpe fracasa en Cataluña, Valencia, Murcia, la mayor parte de Andalucía (excepto parte de la provincia de Cádiz y las ciudades de Sevilla, Córdoba y Granada), la mayor parte de La Mancha y de Extremadura (exceptuando parte de Cáceres, capital incluída), Madrid, el este de Aragón y parte de la cornisa cantábrica: Gipuzkoa y Bizkaia (donde a diferencia de Álava y Navarra el PNV se mantiene fiel, a su manera, a la república), Cantabria y Asturias, con la excepción de Oviedo y parte de Gijón.
Aquí es donde la respuesta internacional cobra más importancia. Se esperaría que los estados democráticos apoyaran al bando republicano. Y Francia era la más proclive a hacerlo, pero el gobierno conservador de Gran Bretaña, que ve la sublevación con buenos ojos ante el auge comunista, consigue convencerle de la no intervención que firman junto a Alemania e Italia, que se la saltan totalmente. Tampoco el gobierno de Estados Unidos envía ayuda a la república. Mientras, Alemania e Italia usan la Guerra Civil Española como experimento para la futura guerra europea que se avecina, apoyando al bando nacional, como también hará el Portugal de Salazar. Sólo la URSS apoyará a la república, pero su apoyo, a parte de interesado (intentan conseguir un estado comunista satélite) no favorece al bando republicano, que se encontrará dividido: si Stalin consigue quitarse de encima a Trosky, en España hay que hacer lo mismo con el partido trotskista POUM, misión que debe cumplir el Partido Comunista y que termina con la desaparición de su líder Andreu Nin, al que los comunistas acusaron de traición al aliarse contra los alemanes; voy yo y me lo creo. La hipótesis más creible es que fue torturado y asesinado por comunistas liderados por el brazo de Stalin en España, Alexander Orlov, hacia el 22 de junio de 1937. La división en el bando republicano estaba así servida. Y más si cabe con unos comunistas (y sectores de izquierdas del PSOE encabezados por Largo Caballero) buscan la revolución proletaria a la que se opondrán republicanos y sectores más derechistas del PSOE (como Julián Besteiro, quien intentará pactar con los sublebados).
Con unos apoyos cada vez menores, la república fue perdiendo territorios hasta terminar sucumbiendo en 1939. No vamos a repasar el transcurso de la guerra, no es lo que nos interesa. Vamos a ir a un tema más jugoso y polémico, el de la represión de la oposición.
Sí, represión hubo en los 2 bandos, es cierto. Pero hay tres cosas fundamentales que distinguen la represión republicana de la golpista. Las dos primeras están muy relacionadas: la cuantía (la represión republicana supondría a lo sumo unas 50.000 víctimas, frente a unas dificilmente calculables cifras del bando “nacional” que, como mínimo, triplicarían esas cifras) como en extensión territorial (la represión republicana sólo podría tener lugar en los territorios controlados por las fuerzas leales, que iban perdiendo espacio frente a los golpistas) y temporal (la “represión” republicana terminaría a lo sumo en 1939, mientras que la golpista se extiende hasta después de terminada la guerra, más o menos hasta 1945). La otra gran diferencia es la actitud de las autoridades de ambos bandos frente a esa opresión.
Comenzamos con el bando republicano. Los sentimientos exacerbados de comunistas, anarquistas e incluso republicanos anticlericales llevaros al asesinato de no pocos religiosos, pero se deben a una iniciativa privada, no a actuaciones del gobierno. Esto se ve aún más claramente en la atrocidad que ocurrió la noche del 22 al 23 de agosto de 1936 y que conocemos como Matanza de la cárcel Modelo. Esa noche, un incendio en la leñera (provocado no se sabe bien por quiénes, desde las mismas autoridades carcelarias hasta los presos falangistas que buscarían una forma de poder escapar) provoca que una multitud enfervorecida de milicias de izquierdas asalte la prisión. El gobierno autoriza la puesta en libertad de los presos comunes, pero ante la indecisión sobre qué hacer con los presos políticos “de derechas”. las milicias forman unos tribunales que condenan a muerte y ejecutan a unos 30 presos, entre ellos Fernando Primo de Rivera (hermano de José Antonio) y, quizá el caso más llamativo, al republicano moderado (y antiguo aliado de Azaña) Melquíades Álvarez. El gobierno tuvo que reconocer ante la presión internacional (los embajadores amenazaron con abandonar Madrid) su impotencia ante estas ejecuciones extrajudiciales, e muchos casos entre lágrimas. El socialista Indalecio Prieto afirmó que aquello suponía su derrota en la guerra, y Manuel Azaña, destrozado al enterarse de la noticia, estuvo a punto de dimitir como jefe de estado. De hecho, para poner freno a estos excesos, el gobierno creó los tribunales populares formados por miembros del Frente Popular que, aunque algún tiempo después, consigueron controlar la situación y evitar matanzas similares.
Quizá el otro episodio negro del bando republicano sean las matanzas de Paracuellos, entre el 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, cuando, con el ejército sublevado cada vez más cerca de Madrid, se decide evacuar la cárcel Modelo. El gobierno era consciente de que había que hacer algo con los presos “fascistas” que había en Madrid (que podrían ser unos 8.000), pero cuando el gobierno huye de Madrid en dirección a Valencia el 6 de noviembre, no se había tomado todavía una decisión sobre qué hacer con ellos. Así que durante el siguiente mes se producen sacas en las prisiones (no sólo en la Modelo) con el fin de trasladar a los presos a otras prisiones, pero muchos de esos traslados terminaron con el fusilamiento de los presos (sin juicio previo, obviamente). Será el anarquista Melchor Rodríguez García el encargado de poner fin a estas ejecuciones al ser nombrado director de prisiones; primero entre los días 10 y 14 de noviembre, en el que dimite del cargo, y de nuevo al volver a asumirlo en diciembre. Con ello el gobierno buscó acabar con estas ejecuciones extrajudiciales que ellos no defendían. Sobre el hecho de si las autoridades responsables de Madrid (entre las que se encontraba Santiago Carrillo) estaban al corriente de lo sucedido ya se podría discutir. Pero el gobierno republicano hizo cuanto estuvo en su mano para que cesaran estos asesinatos.
Por lo tanto, podemos concluir que la represión en el bando republicano fue en general obra de milicianos exaltados y que no fue alentada por el gobierno. ¿Sucede lo mismo en el bando sublevado?
Vamos a ver primero lo que sucede en las zonas en las que la sublevación tiene éxito y luego lo que sucede en las zonas que van conquistando durante la guerra.
Como ya hemos dicho, el levantamiento triunfa desde el principio en la ciudad de Granada. De inmediato se producen fusilamientos en el cementerio de la ciudad. Dejo aquí el enlace al artículo de wikipedia sobre los fusilamientos en este cementerio: casi 600 en el mes de agosto de 1936, recién comenzada la guerra, más de 2000 hasta el final de la guerra y cifras que aumentan hasta por lo menos 5.000 en la siguiente década. Sorprende además quiénes fueron las víctimas: no sólo alcaldes republicanos, también el rector de la universidad y varios catedráticos.
Navarra fue otro territorio donde la sublevación triunfó de inmediato. En este enlace a un artículo de wikipedia hay muchísima información, pero yo me centraré en un único aspecto: la masacre de profesores. El 22% de los profesores de Sangüesa fueron asesinados, cifra que aumenta a casi el 25% (1 de cada 4) en la merindad de Pamplona. Sacad cada uno vuestras conclusiones…
El general Mola había dicho ya el 19 de julio que “cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente popular debe ser muerto”. Vamos, una política de exterminio absoluto de todo aquel que no piense como ellos. Ser una mujer divorciada o no ir a misa los domingos te ponía en una situación muy peligrosa…
¿Y en las zonas que se fueron conquistando? Vamos con una de las más atroces, la masacre de Badajoz. Los sublevados rápidamente se lanzaron a la conquista de Extremadura para así unirse con el área Norte que controlaban, y tras masacrar a sus oponentes en Zafra, Mérida y otros pueblos de la zona, llegaron a Badajoz. Allí, la guardia cicil y la falange (se duda si también los moros del ejército africano) llevaron una atroz represión contra sus enemigos, a los que encerraron en la plaza de toros, donde eran fusilados o hasta ametrallados con un sadismo salvaje (en Madrid se llegó a hablar de espectáculos públicos cual si fueran corridas de toros, en las que banderilleaba a las víctimas, aunque esto no pudo ser nunca verificado). En todo caso, resulta sorprendente la reacción del militar prusiano Hans von Fuck, uno de los pocos nazis que estuvo sobre el terreno durante la Guerra Civil Española, afirmó que “jamás ha contemplado la brutalidad y la ferocidad con que el Ejército Expedicionario de África desarrolla sus operaciones. Por ello desaconseja el envío de tropas regulares alemanas a España, porque, ante tal salvajismo, los soldados alemanes se desmoralizarían”. Nada menos que los nazis que exterminarían a millones de judíos se desmoralizarían ante la brutalidad que se veía en el bando sublevado español; ¡ahí es nada! ¿Y la actitud de las autoridades militares sublevadas? Esto contestó el General Juan Yagüe en una entrevista para un periódico norteamericano: “Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Que iba a llevar 4000 prisioneros rojos conmigo, teniendo mi columna que avanzar contrarreloj? ¿O iba a soltarlos en la retaguardia y dejar que Badajoz fuera roja otra vez?”
Él mismo nos da la cifra de ejecutados: 4.000, el 10% de la población de la ciudad. No es de extrañar teniendo en cuenta lo que Franco dijo en una entrevista que concedió a Jay Allen el 27 de julio de 1936. Cuando dijo que había que salvar a España del marxismo a cualquier precio, Allen le pregunta si eso significa fusilar a media España y Franco responde rotundamente “He dicho a cualquier precio“. Vamos, que sí.
Podríamos hablar de las masacres de los fugitivos de Málaga en la carretera hacia Almería y de tantos y tantos otros casos… pero ya sólo voy a detenerme en un pequeño aspecto de la represión franquista: se da por supuesto que la iglesia apoyó casi sin fisuras al bando sublevado… y aún así es difícil encontrar en mi tierra, en Gipuzkoa, un pueblo en el que alguno de sus párrocos o miembros del clero no fuera fusilado. Quizá el caso más significativo sea el de “Aitzol”, sacerdote y escritor tolosarra ejecutado el 17 de octubre de 1936: era del PNV, nacionalista y escritor en euskera, pecado imperdonable a ojos de los sublevados. Y es sólo uno de muchos. Esa iglesia que tanto sostuvo a Franco poco hizo por salvar a algunos de sus miembros… o quizá hasta se aprovechó para acabar también con quienes no compartieran la doctrina oficial.
Con más de 110.000 desaparecidos, España ocupa el segundo puesto mundial tras Camboya (¿a alguien le suena un tal Pol-Pot? Uno de los mayores genocidas de la historia). La represión franquista acabó con la vida de al menos 150.000 personas (el triple que los asesinatos en el área republicana). Y hay quienes creen que las cifras reales (imposibles de calcular a día de hoy) son mucho mayores. Pero seguimos sin considerar al régimen franquista genocida (aunque a su lado, las víctimas que causó Musolini se quedan en nada… sólo Hitler le supera, con mucho, eso sí, en número de víctimas en Europa Occidental), sin juzgar a quienes cometieron estos crímenes (todos muertos a estas alturas) y permitiéndose homenajes que en Alemania o Austria escandalizarían al común de los mortales. Pero claro, como lo único que nos importa es lo que hace la selección en la eurocopa…
Me encuentro con demasiados chavalitos que dicen que estudiar historia no sirve para nada… no sirve para poco, lamento decir. Nos sirve para, conociendo el pasado, entender el presente y poder evitar repetir los mismos errores en el futuro. Y ahora decidme si al leer sobre los antecedentes del golpe de estado que condujo a la Guerra Civil Española no encontráis algunas similitudes con la situación actual del país (algunas, repito, no exageremos). No hemos sabido extraer lecciones de nuestra propia historia, por lo que parece…